Diego Dayer nació en Rafaela, Argentina el 23 de Noviembre de 1978.
Después de algunos años de desempeño artístico en su ciudad natal se muda a Córdoba, Argentina en el año 2002 para comenzar la Escuela de Artes de la Universidad Nacional. Ciudad donde vive y trabaja actualmente.
Ha realizado exposiciones colectivas e individuales en ciudades de Argentina, Estados Unidos y España.
Entre sus logros se destacan el Primer Premio de pintura en el “IV Salón de Rafaela”, Argentina; Primer Premio “Concurso Arte de Tapa” del Grupo Telecom, Argentina; Primer Premio de dibujo en el “IV Salón de Rafaela”, Argentina; Primer Premio en el “XLIV Salón Anual de Becarios”, Santa Fe, Argentina; Primer Premio “Salón Nacional de Pintura”, Fundación Banco de la Nación Argentina en Buenos Aires.
En 2006 es invitado a participar de la muestra “LA MEMORIA – Testimonio colectivo, creación permanente” Organizada por la Secretaría de Cultura de la Nación Argentina, muestra exhibida en Argentina, Cuba y España.
Participa en la muestra “Premio Fundación Andreani ‘07-‘08 a las artes Visuales” exhibida en varias provincias de Argentina. En 2008 obtiene el segundo Premio en el concurso "Belleza intervenida", Buenos Aires y participa en el 3er. Concurso de Pintura Figurativa “Fundación de la Artes y los Artistas”, Barcelona, España.
“…Las alegorías de Diego Dayer remiten de inmediato a la tradición académica. Las poses, los escasos objetos simbólicos, pero fundamentalmente el virtuosismo técnico desplegado en imágenes de apariencia fotográfica, evocan la herencia neoclásica, hablan al presente desde un lenguaje anclado históricamente.
Sin embargo, algunos elementos rompen esa supuesta alianza con el pasado: la contemporaneidad de sus modelos -desde su fisionomía a su vestimenta- y el facetamiento secuenciado dan al conjunto un matiz actual, una inflexión que sólo se resuelve en el presente. Aunque en realidad, son múltiples las manifestaciones temporales que dialogan en su pintura: el legado académico, la actualidad de los modelos, la instantaneidad de la imagen fotográfica, la sucesión cinematográfica.
Sus personajes, invariablemente adolescentes, son los portadores de una narrativa muchas veces conflictiva; otras, simplemente intrigante. Su coexistencia en el espacio pictórico no es natural; en general, aparecen superpuestos, incluso enmarcados, rememorando la técnica del cuadro dentro del cuadro, la operación metalingüística por excelencia. Una luz especial golpea con fuerza los cuerpos modelados por un claroscuro preciso. Su continua frontalidad apela al espectador de manera insistente. Enfatiza el drama pero, al mismo tiempo, reclama la contemplación de su expresividad silenciosa
Pasión Por La Pintura y música.
**
