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Luis Adolfo Duarte Reina y sus experiencias literarias desde Colombia.

El desplazamiento en Colombia da lugar a una historia de tragedia social en "El Hijo del Carretillero", primer relato que en su libro editado en Lulu.com viene acompañado por otros dos: "El Fénix Real" y "Tres Mujeres Solas".

Nacido en Duitama, Boyacá, el 15 de diciembre de 1957, Luis Adolfo Duarte Reina es latonero de profesión pero apasionado de la literatura. Esta es su primer obra editada pero tiene en el escritorio otras obras en proceso de publicación.

Reproducimos aquí los párrafos iniciales de su cuento,
que puede encontrarse completo en
http://elhijodelcarretillero.blogspot.com/

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EL HIJO DEL CARRETILLERO.


El viejo autobús muy recalentado por el esfuerzo, con muy pocos pasajeros, la mayoría campesinos, entró veloz a la ciudad, venía de una lejana provincia en conflicto y en su interior, se encontraba una familia que huía del compromiso de formar parte de uno u otro bando y que tuvo que abandonar sus escasas propiedades, sus animales ya habían sido diezmados como “cuota de buena voluntad”, para la manutención de cualquiera de los grupos violentos, cuando un grupo se llevaba algún animal, el otro se quería llevar dos, y al protestar ante el abuso, se corría el riesgo de ser acusado de estar simpatizando con el adversario, adversarios que para el jefe de la familia no estaban identificados, el verde oliva era sinónimo de abuso, independientemente de escarapelas o logotipos, iletrado, el jefe de la familia nunca pudo establecer diferencia ninguna, con el rudo antecedente de que algunos vecinos y amigos habían sido asesinados por una carta mal jugada ante estas eventualidades.

El padre estaba dispuesto a lo que fuera por proteger a su familia, para evitar contarse entre las victimas de una de tantas masacres que a diario eran noticia y que no parecía afectar a nadie, de madrugada, con el primer canto del gallo abandono su parcela con su esposa e hijos para enfrentar un mundo desconocido, que por duro que fuera, pensaba el que seria mejor que la muerte, a la que muy seguramente se enfrentarían de continuar allí, el abuso de los hombres armados lo comprometía a no acceder a las peticiones de los del grupo contrario y ante la imposibilidad de permanecer neutral, indefenso ante tanto desafuero, con miedo, el grupo familiar camino en la oscuridad del amanecer sin acercarse al pueblo, sin atreverse a despedirse de sus viejos amigos, de sus muy queridos compadres, porque algunos ya habían partido sin rumbo conocido, sin poder despedirse al igual que el, el mismo conflicto los hacia verse con desconfianza entre sí.

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