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Beniamino Gigli - por José Luis Pomi en Informe Uruguay


Muy pocos cantantes líricos han sido tan queridos por el público, como lo fue el tenor Beniamino Gigli, de quien el año próximo se cumplirán 120 años de su nacimiento.

Oriundo de Recanati, nació un 20 de Marzo de 1890, como el más ilustre de los tenores wagnerianos: Lauritz Melchior.

Gigli poseía una voz generosa, cálida y particularmente de gran belleza. Durante 41 años de brillante carrera artística, supo trasmitir un estilo de canto inconfundible, y absolutamente propio. Su mezza voce poseía una sonoridad impecable que transformaba la melodía en un canto mórbido y cautivante: cantaba con el corazón.

Su talento natural, su capacidad artística y su musicalidad, hicieron un intérprete vocal de relevante excelencia, y sin lugar a dudas, el cantante más famoso de su tiempo.

Mantuvo a igual que Caruso, una hegemonía en su cuerda: Basta recordar que su figura alternaba con tenores, tales como Aureliano Pértile, el tenor de Toscanini, Giacomo Lauri Volpi, Miguel Fleta, Hipolito Lázaro, Tito Schipa, Francesco Merli, Galliano Massini, etc., y en los últimos años de su carrera con Jussi Bjoerling, Giacinto Prandelli, Mario Fillipeschi, Mario del Monaco, Giuseppe di Stefano, Gianni Poggi, Ferruccio Tagliavini.

Estudió canto con el famoso barítono Antonio Cotogni, artista durante 30 años del Teatro Imperial de los Zares, y con el Mtro. Enrico Rosati, en la Academia de Santa Cecilia en Roma.

Contando sólo 15 años, interpretó su primer papel como soprano, el rol de Angelica, de la opereta “La fuga di Angelica” del compositor Alessandro Belli, en el Teatro Laura Rossi de Macerata.

Pero su debut profesional, fue en Octubre de 1914 en el Teatro Sociale de Rovigo, en el rol de Enzo de la ópera LA GIOCONDA..

A partir de esa fecha, los mas grandes Teatro Líricos del mundo, contaron con la presencia de Gigli. Su debut en la Scala de Milán, se realizó en 1918 con la ópera “MEFISTOFELES” bajo la dirección del Mtro. Arturo Toscanini.

En 1919 se lleva a cabo el debut sudamericano, en el Teatro Colón de Buenos Aires, interpretando a Cavaradossi de la ópera TOSCA, al lado de la famosísima soprano Claudia Muzio. El debut en el Metropolitan en Noviembre de 1920 coincide con la última actuación de Enrico Caruso.

Muerto el cantante napolitano, el 2 de agosto de 1921, Gigli escribió meses más tarde, una carta al New York Times frente a un editorial en que lo señalaban como el sucesor de Caruso. Decía. “creo que hablar de esto actualmente, o mencionar en cualquier forma un sucesor de Caruso, es un sacrilegio y una profanación de su memoria; implica violar una tumba sagrada para Italia, y para el mundo entero. Los esfuerzos de todos los artistas actuales tienden a reunir y preservar el legado artístico recibido del gran cantante, y todos deben luchar a este fin, no mediante un vano auto bombo, sino mediante el estudio tenaz encaminado a lograr el triunfo de la pureza y la belleza. Estas son las cosas por las cuales él luchó, y nosotros, por la gloria de nuestro arte, debemos seguir dignamente su ejemplo. No quiero ser un nuevo Caruso, quiero solamente ser Gigli”

Frente a esta declaración, decimos que la definición que establece su colega Giacomo Lauri Volpi en su libro Voces Paralelas, con respecto a Gigli, como ambicioso en ser más que Caruso, es totalmente arbitraria, egoísta y hasta burlona.

En 1922 cantó TOSCA con la soprano Geraldine Farrar, en su despedida de la escena de esta famosa cantante.

El 7 de diciembre de 1924 participó en un recordado recital que el Metropolitan organizó en memoria del gran compositor Giacomo Puccini.

En 1926, en ese mismo teatro tomó parte en el homenaje que se rindió al compositor Giuseppe Verdi, con motivo del 25º aniversario de su muerte.

El 24 de febrero de 1928 participó de la primera transmisión radiofónica de una ópera, desde el Metropolitan, con la representación de LA TRAVIATA junto a la soprano española Lucrecia Bori y el barítono Giuseppe de Luca.

Además de sus presentaciones en los grandes teatros, participó en recitales y conciertos en las mas prestigiosas salas musicales del mundo, como el ALBERTO HALL, SALLE PREYEL, CARNEGIE HALL, MASCHIO ANGIOINO de Nápoles, etc. como así también en el Palacio Quirinale y en la Casa Blanca.

Su generosidad le llevó a ofrecer recitales en hogares de ancianos y hospitales, donde ayudó en cierta forma en la recuperación de los enfermos, y muy especialmente a los lisiados de la guerra.

Beniamino Gigli, fue el primer cantante lírico, para el cual pudieron ser utilizados los medios masivos modernos de aquella época: el cine, la radio, el disco. A este especialmente le debemos la presencia viva de este ilustre cantante.

Sus cualidades magistrales fueron escuchadas durante 41 años, y quien lo ha escuchado en sus recitales de despedida en el Carnegie Hall en abril de 1955, o en Mayo del mismo año en Washington, quedaron sorprendidos por la frescura y por la fuerza dramática y expresiva, que seguía teniendo a pesar de sus 65 años.

De la crítica musical mundial, recibió los mejores elogios, con opiniones responsables y analíticas. Como homenaje a ellas, recordemos lo que decía el talento de don Cyro Scoseria el 23 de agosto de 1948 en el diario EL DIA de Uruguay, con motivo de su presentación en el Estudio Auditorio del Sodre de Montevideo: “Beniamino Gigli sigue siendo el gran tenor que ya conocíamos. Es una voz que se impone por la calidad de su timbre varonil y por el arte consumado del cantante de escuela, que suministra con maestría admirable en todo su registro. Cantó Gigli con brío hasta con acento juvenil sorprendente, toda la parte de Mario Cavaradossi y debió desde luego, bisar su “E lucevan le stelle,” que fraseó primero con deliciosa media voz y buen gusto, y luego a plena voz, arrancando vivas aclamaciones de la sala”

Recordemos también lo que decía el periodista y critico musical de dilatada trayectoria, etc. y Director Gral. y Artístico del Teatro Colon durante dos periodos, don Enzo Valenti Ferro:


“Sin duda Beniamino Gigli es el mas grande tenor italiano de este siglo, después de Caruso. Poseía una voz bellísima, extensa aunque no sin alguna limitación, homogénea, tersa; una técnica de primer orden que la experiencia, y en su momento la necesidad, fueron enriqueciendo gradualmente con recursos ad-hoc, y un intérprete vocal musical, inconfundible por su estilo: era y tenía un estilo de canto absolutamente propio. Un canto mórbido, con cautivantes modulaciones expresivas, uso de la mezza voce atractiva y genuina, y el uso frecuente del singhiozzo como recurso expresivo. Toscanini, sostenía que Gigli tenia una voz “con el sollozo a flor de piel” y esta fue la causa por la cual lo descartó como probable interprete del rol de Calaf en el estreno de TURANDOT que confió a Miguel Fleta”

No solo del público y de la crítica recibió distinciones, también los gobiernos de distintas naciones lo honraron con reconocidas condecoraciones, tales como:

Gran Cordón y Gran Oficial de San Mauricio y San Lázaro de Italia
Caballero de la Orden Isabel la Católica de España
Caballero de la Legión de Honor de Francia
Orden de San Gregorio Magno de la Santa Sede
Orden de Comendador de Dinamarca
Medalla Internacional de la Cruz Roja Internacional
Llaves de las ciudades de San Francisco, Filadelfia, Atlanta, Baltimore,
Cleveland, Ohio, Boston, Chicago, Montreal, Ottawa, Quebec

Su repertorio abarcó 60 óperas. Grabó la Messa de Requiem de Verdi y 7 óperas completas: AIDA – CAVALLERIA RUSTICANA – I PAGLIACCI – TOSCA – UN BALLO UN MASCHERA – MADAME BUTTERFLY – Y ANDREA CHENIER. Su discografía abarca mas de 360 grabaciones, entre arias, dúos, tercetos de óperas, canciones antiguas italianas, canzonettas, canciones españolas, alemanas, inglesas y brasileñas

Beniamino Gigli murió en Diciembre de 1957, en su Villa de Recanati, y con él desapareció un artista sobresaliente. Supo regalar la belleza de su voz y su técnica magistral, a los públicos del mundo, que le reclamaban; recibió de ellos la admiración y el afecto como premio a su grandeza, su estilo y a su entrega apasionada.

Su perseverancia, queda definida en el mensaje que en 1947 le manifestara en Módena, el famoso tenor LUCIANO PAVAROTTI, cuando tenía apenas 12 años. Pavarotti se hizo escuchar por Gigli, y le anunció el propósito de convertirse en tenor cuando fuere un hombre. Muy amable Gigli le dijo: “Bravo, bravo muchacho. Debes trabajar mucho, es una hermosa ambición” Pavarotti tratando de prolongar la conversación, le preguntó. “¿durante cuánto tiempo estudió usted?

A lo que Gigli le dijo.” Me acabas de escuchar. He concluido hoy, pero aun estoy estudiando”

Así recordamos a uno de los grandes cantantes líricos de todos los tiempos.

© José Luis Pomi para Informe Uruguay

Giacomo Puccini: el "verismo" en la ópera


Fragmentos de un nota titulada:
Giacomo Puccini y el verismo

por José Luis Pomi
en Informe Uruguay


Algunos musicólogos, han señalado que LA TRAVIATA (Verdi -1853), es el punto de partida del verismo, porque el tema y sus situaciones dramáticas anuncian en verdad, el advenimiento de esta escuela operística. Creemos que no se equivocaron. Y agregamos nosotros, que años mas tarde, en 1875, CARMEN es junto a LA TRAVIATA, las óperas que dan el primer paso hacia la ópera naturalista, en el estilo que se llamó “verismo”.

La obra que consideramos la piedra fundamental de este nuevo estilo, es CAVALLERIA RUSTICANA (1890) de Pietro Mascagni, inseparable hasta nuestros días con I PAGLIACCI (1892) de Ruggero Leoncavallo.

Ambos compositores hicieron muchas tentativas, pero ninguno logró volver a producir otra ópera capaz de mantenerse en escena, hasta nuestros días.

Músicos de indudable talento teatral, fueron junto a éstos, los cultores del verismo: Giordano, Catalani, Zandonai, Cilea, y sin lugar a dudas, Giacomo Puccini, fue el verista mas capacitado y el de mayor fuste, quien supera el verismo puro llegando a una especie de romanticismo musical naturalista

Puccini consagró su capacidad al ejercicio de la ópera y sobresale entre sus contemporáneos, merced a sus facultades de incentiva superior como músico.

Lamentablemente esa entrega incondicional al género lírico, hace que muchos escritores excluyan el nombre de Puccini, como si éste fuera un producto extraño a la época y a los acontecimientos, y se resisten a considerarlo como parte integrante del post-romanticismo musical.

Jamás se le podrá reprochar el haber escrito casi exclusivamente óperas, porque ese reproche no se le hace Wagner ni a Verdi.

Tampoco Puccini no es el autor de una célebre ópera. Es un músico auténtico, exponente de una época poco favorable para el ejercicio de una estética paralela al pujante impresionismo.

El haber escrito TURANDOT, su última ópera, es mérito suficiente para justificar su trascendencia.

Puccini ha sido un hombre de teatro, inflexible con sus libretistas. Su fino y certero sentido teatral lo han guiado a la creación de sus obras maestras.

Después de sus dos primeras óperas: LE VILLI y EDGAR, seleccionó su temática argumental en un ciclo de criaturas vivientes que van desde el fraude amatorio de MANON LESCAUT, hasta el fracaso amatorio de Liu.

Es digno constatar como, aun no siendo Puccini el libretista de sus óperas, es el poeta promotor y definidor de sus criaturas, y de la base argumental de sus óperas, el amor. A través de él se vale de algo tan antiguo como el hombre: la pareja de amantes.

La pareja es el germen inspirador de todo el proceso teatral pucciniano. Sus más grandes aciertos se encienden en la conciencia del amor de una pareja, que aún amándose no puede llegar a ser feliz.

Con talento y fuerza imaginativa, fue creando un mundo, característicamente suyo, con un clima emocional y dramático, tan personal como su estilo musical.

Por propia definición tenía: “más corazón que cerebro”.

Por su genio creador, Giacomo Puccini representa un hecho muy importante, en la Historia de la Opera. Sin lugar a dudas, sigue siendo un maestro insuperable, por su sentimiento, por su ternura, por su sensibilidad, por su extraordinaria integridad, por la magnitud creativa, por su estilo armónico, y por su sello inconfundible.

Para quienes no hayan comprendido a este gran compositor, sean estas líneas el comienzo para encontrar a un auténtico músico teatral.

Y para quienes tengan en sus manos, la responsabilidad de un espectáculo de ópera pucciniana, el respeto para aquel hombre de teatro que creó sus personajes y supo infundirles su inspiración creadora, sin desvirtuar lo que él hizo y quiso, sin traicionar el espíritu de la ópera.

Giacomo Puccini merece ese tributo de respeto.
 

Figuras de la lírica uruguaya: Jorge Botto

Evocaciones líricas


Tomado de una serie de notas publicadas
por José Luis Pomi
en Informe Uruguay

Quienes tenemos más de 40 años dentro del Teatro Lírico de nuestro país mantenemos vivo, el recuerdo de muchos artistas desaparecidos, que contribuyeron con su presencia y capacidad, a imprimir a las temporadas en las que actuaron, un permanente y renovado interés artístico.

JORGE BOTTO - barítono
 
Fue uno de los cantantes uruguayos más calificados de su generación.
Sus primeros pasos los realizó en el Coro Universitario que dirigía la Prof. Nilda Muller. Estudio canto con la famosa soprano Ninon Vallin, y el no menos famoso Victor Damiani. Fue alumno egresado de la Escuela de Opera del SODRE.

En el año 1955 debutó con LA NOVIA VENDIDA, en un espectáculo organizado por el Centro Cultural de Música.

Durante mas de 20 años, intervino en las temporadas líricas de Montevideo, donde abordó un buen numero de grandes roles, a veces recorriendo un repertorio de fuerza que no era el medio más adecuado para su voz.

Su voz era de gran belleza, y poseía una línea de canto de notable pureza, que desarrollaba con gran autoridad musical y estilística. Esto no fue lo único admirable de este artista.

También sus condiciones de actor, lo mostraban evidentemente con un estudio profundo y sicológico de los personajes a interpretar. Su prestancia y su elegancia escénica, fueron rasgos muy salientes en su carrera. Su figura se adueñaba del escenario. Fue también, un distinguido liederista e intérprete de oratorios.

Quizás la caracterización más saliente fue la disciplina que se impuso.

A partir de 1973, integró el elenco estable del Teatro Colón de Buenos Aires.

De su variado repertorio, recordamos sus mejores actuaciones: Silvio de I Pagliacci, Enrico de Lucia, Sharpless de M.Butterfly, Ford de Falstaff, Conde de Luna de Il Trovatore, Don Giovanni, Germont de La Traviata...

Pero sus grandes éxitos, fueron Orfeo y el Marcello de La Boheme, su ópera consagratoria.

Como cantante sobresaliente, poseía un talento histriónico formidable; de alli que dentro de la extensa lista de roles, desempeñó un personaje bufo que fue su preferido y más querido: PIMPINONE. En esta obra, que realizó junto a su esposa la soprano DIANA LOPEZ ESPONDA, y con la dirección escénica de JUAN JOSE BRENTA, Botto demostró una deslumbrante batería de recursos actorales con un grado de refinamiento excepcional, y con una musicalidad admirable y sincera. Recordemos a los partiquines que hicieron la delicia del espectáculo, el tenor Juan Carlos Taborda y los mtros. Miguel Patron Marchand y Fernando Puiggros.

Luchó durante más de 10 años con una cruel enfermedad, a la que se imponía con tesón y valentía.

Le vimos sus últimas actuaciones: La Vie Parisienne y Crispino e la Comare, en el Teatro Alvear de Buenos Aires, le encontramos con un desgaste verdaderamente doloroso. Sabía que llegaba su final.

Se cumplen en el 2009, 30 años de su desaparición. Con ella la Lírica Nacional perdió a unos de hijos más ilustres y más completos.

En lo personal, su alejamiento nos arrebató: al maestro que nos enseño los primeros pasos en las tablas, al luchador e incansable propulsor de las temporadas líricas; al hermano como mutuamente nos tratábamos; al noble y leal amigo que estuvo a nuestro lado en momentos difíciles con acrisolado desinterés; al ser humano al cual trasmitíamos nuestra fe cristiana, ayudándolo a sobrellevar tan injusto destino.

Figuras de la lírica uruguaya: Juan Carbonell


Evocaciones líricas


Tomado de una serie de notas publicadas
por José Luis Pomi
en Informe Uruguay

Quienes tenemos más de 40 años dentro del Teatro Lírico de nuestro país mantenemos vivo, el recuerdo de muchos artistas desaparecidos, que contribuyeron con su presencia y capacidad, a imprimir a las temporadas en las que actuaron, un permanente y renovado interés artístico.

 
JUAN CARBONELL - bajo
 
Durante muchos años, las temporadas líricas montevideanas contaron con este notable artista.
Poseía una voz poderosa de gran calidad y refinada expresividad. De sólida formación cultural, Carbonell era un artista estudioso, que reunía un loable espíritu de disciplina y responsabilidad, difícil de conseguir en aquellas épocas.

La labor desplegada en todas las temporadas donde participó, fue en calidad y cantidad, muy importante, siendo su repertorio increíblemente extenso.

Su impagable vis cómica, era tan sólo una de sus armas donde definía su carácter.

Se granjeó el afecto de sus discípulos y amigos, por su bonhomía y personalidad artística. Si a ello le agregamos que vivió intensamente, ayudando a los niños desvalidos, seguramente en su vida actual, habrá logrado ganar un sitio de honor.

Cantamos junto a él: La Boheme - Rigoletto - Fidelio

Figuras de la lírica uruguaya: Juan Rodríguez


Evocaciones líricas


Tomado de una serie de notas publicadas
por José Luis Pomi
en Informe Uruguay

Quienes tenemos más de 40 años dentro del Teatro Lírico de nuestro país mantenemos vivo, el recuerdo de muchos artistas desaparecidos, que contribuyeron con su presencia y capacidad, a imprimir a las temporadas en las que actuaron, un permanente y renovado interés artístico.

JUAN RODRÍGUEZ - barítono

Fue uno de los cantantes nacionales que más gozaron de respeto y consideración.
Su hermosa voz baritonal ha sido de las mas importantes surgidas en nuestro país. Por su color y por su pastosidad se acercaban a la de Leonard Warren.

Alumno de Ambrosio Pedemonti, su canto era franco, y sus agudos eran fáciles, seguros y brillantes. No fue un cantante de medios especialmente depurados, pero decía con gran intención y buen gusto.

Después de integrar durante muchos años el Cuerpo Coral de SODRE, y haber intervenido en papeles de comprimarios, donde su solvencia era de lujo aristocrático, fue llamado a desempeñar roles protagónicos, cuando ya sus medios vocales no proyectaban la frescura y vitalidad de su voz.

Dentro de sus actuaciones merece destacarse, su Rigoletto. En esta obra, quizás mas que en ninguna otra, Rodríguez demostró que era dueño de una sólida formación profesional, junto a una interpretación justa e inteligente, en la composición de ese personaje verdiano.

Poseía singulares condiciones de comediante, que lo llevaron a realizar actuaciones memorables, tales como: Don Pasquale, Dulcamara, Don Bartolo y un Gianni Schicchi de antología.

Cantamos juntos: Rigoletto, La Favorita, I Pagliacci, Lucia, L'Amico Fritz

Quienes le conocimos muy de cerca, sabemos que vivía sus personajes intensamente y trasmitía sus emociones con real talento teatral.

Figuras de la lírica uruguaya: Luis Gianmarchi


Evocaciones líricas


Tomado de una serie de notas publicadas
por José Luis Pomi
en Informe Uruguay

Quienes tenemos más de 40 años dentro del Teatro Lírico de nuestro país mantenemos vivo, el recuerdo de muchos artistas desaparecidos, que contribuyeron con su presencia y capacidad, a imprimir a las temporadas en las que actuaron, un permanente y renovado interés artístico.

LUIS GIANMARCHI - tenor
Un cantante cuya presencia en el escenario fue garantía de eficiencia.

Tenor lírico de apreciable valor, abordó una variada gama de roles, con singular éxito: La Boheme, La Traviata, Rigoletto, Lucia, Un ballo in maschera, Tosca, etc. Su voz era cálida y generosa; su línea de canto demostraba una natural y rica musicalidad.

Aparte de ser un espléndido cantante, fue un intérprete nada indiferente, por el contrario, demostraba fuerza emotiva junto a autoridad en su expresión. Jamás rebasaba los límites de la discreción y del buen gusto.

Recuerdo con particular emoción, su fraternal y conmovido abrazo que me brindó, ya retirado de las tablas, al final de una función de Lucia, en el viejo ESTUDIO AUDITORIO DEL SODRE en 1970, rol que había cantado con espectacular relieve, muchos años antes.

Además de cantante, abrazó otro arte con notable acierto: la escultura. Con gran vocación y talento, desarrolló esta actividad, siendo sus obras de primer nivel que hoy día están en varios panteones de nuestros cementerios y algunas en la PARVA DOMUS.

Ambas actividades hicieron de él, un artista de una estirpe que tiende a desaparecer: disciplinado, refinado y puro.

Figuras de la lírica uruguaya: Rosita Lista


Evocaciones líricas


De una serie de notas publicadas
por José Luis Pomi
en Informe Uruguay

Quienes tenemos más de 40 años dentro del Teatro Lírico de nuestro país mantenemos vivo, el recuerdo de muchos artistas desaparecidos, que contribuyeron con su presencia y capacidad, a imprimir a las temporadas en las que actuaron, un permanente y renovado interés artístico.

ROSITA LISTA - soprano

El 5 de febrero de 1971, fallecía a un temprana edad, una de las voces más hermosas de soprano de la lirica nacional.
Estudió canto con la Mtra Maria Piccioli. Poseía una voz lírica celestial, de discreto caudal, con un buen centro, presentando ciertas limitaciones en el registro agudo. Su timbre aterciopelado, era particularmente bello y cálido, Su línea de canto era seductora y expresiva.

Tenía los atributos propios de una excelente y deliciosa cantante. Su simpatía, su gracia contagiosa, su bohemia, su desenfado como actriz, contrastaban con las adversidades de su vida.

En su breve carrera que arranca en la década del 50, demostró que se trataba de una cantante de gran talento. De los papeles que interpretó, ninguno la mostró tan brillante y encantadora, como la Mimi de La Boheme, que tuve el honor de compartir en mi debut operístico, bajo la direccion del Mtro Juan Protasi.

Figuras de la lírica uruguaya: Jorge Algorta

Evocaciones líricas


Tomado de una nota realizada
por José Luis Pomi en Informe Uruguay

Quienes tenemos más de 40 años dentro del Teatro Lírico de nuestro país mantenemos vivo, el recuerdo de muchos artistas desaparecidos, que contribuyeron con su presencia y capacidad, a imprimir a las temporadas en las que actuaron, un permanente y renovado interés artístico.


JORGE ALGORTA - bajo

En la década del 40 debutó en el SODRE.Estudió canto con Víctor Damiani. Realizó una extensa carrera, durante mas de 30 años, actuando entre 1945 y 1961 en los centros musicales más importantes de Europa y America, tales como: Teatro La Fenice de Venecia, San Carlo de Napoles, Opera de Roma, Scala de Milan, San Carlo de Lisboa, La Monnaie de Bruselas, Liceo de Barcelona, Municipal de Rio, Colon de Bs Aires, Argentino de La Plata, Municipal de Santiago, entre otros.

De regreso al Rio de la Plata en 1961, se integra por dos décadas a la escena lírica argentina, formando parte del elenco estable del Teatro Colón, donde puso al servicio de ese coliseo, un gran bagaje de experiencia adquirida en aquellos escenarios. Su debut en ese Teatro, ya se había producido en 1945 con la ópera Lucia di Lammemoor.

Durante ese misma época, participó en las temporadas líricas del SODRE, donde cantó: La Sonambula, La Boheme, Aida,El Barbero de Sevilla, Fausto, La Favorita, Misa de Requiem de Verdi.

Fue un cantante de indudable capacidad profesional, poseedor de una voz opulenta, aunque algo rígida, pareja en el color y en la sonoridad, con gran sentido musical y justa expresión.

Su línea de canto, de neto cuño clásico, su condición de interprete inteligente y culto, y su musicalidad, le permitieron abordar una amplia gama de roles, entre los que se recuerdan: Ramfis, Banco, Fiesco, Colline, Timur, Ferrando, Ivan Khovansky, Fafner, etc.

¿Quién no recuerda su "Don Basilio?, Ninguno que haya asistido a las representaciones de Barbero, ha olvidado su alta figura, donde con maestría y dignidad interpretativa, diseñaba ese característico personaje de la obra rossiniana.

No solamente en el campo de la ópera tuvo destacada actuación. Su sensibilidad artística y su gran capacidad de estudio, conjugaron para abordar con significativo éxito: música de cámara y obras sinfónico corales, y tambien Zarzuela, de las que se recuerdan, sus grabaciones en las obras del compositor español, Pablo Sorozabal.

En las postrimerías de su carrera, le vimos en una obra que es a nuestro juicio, la culminación en la carrera de un bajo: Boris Godunov. Alli logró una interpretación vibrante y conmovedora, que complementaba con una sorprendente gesticulación de sus manos y de sus largos brazos, donde demostraba, sin lugar a dudas, un profundo espíritu analítico de ese fascinante personaje ruso.

Recordamos nuestras actuaciones a su lado, en la ópera LA FAVORITA y en la MESSA DE REQUIEM de Giuseppe Verdi.

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